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  • Foto del escritorAlba López-Davalillo Díaz

Entre la poesía y la memoria histórica: Ruina, de Eugenio Merino.

‘Quiero dormir un rato, un minuto, un siglo, pero que todos sepan que no he muerto’.

Son estas las palabras que escribió Federico García Lorca en Gacela de la muerte

oscura, en 1936, como si de alguna manera supiera el final trágico que le acaecía.


La madrugada del 18 de agosto de 1936 Lorca fue asesinado a manos del bando

franquista en la carretera entre Viznar y Alfacar, en Granada, tras ser descubierto en la

casa de su amigo, el poeta Luis Rosales. Él, junto a muchos otros republicanos, fueron

asesinados por el régimen franquista y abandonados sin vida en las fosas comunes que

cubren el actual territorio español. A pesar de la distancia temporal, lejos de ser un

problema del pasado, éste afecta directamente a nuestra actualidad, ya que son muchos los

cuerpos que aún están sin identificar, entre ellos el del poeta granadino.


88 años después del asesinato, el artista Eugenio Merino recupera y pone en cuestión

este mismo problema con su exposición Ruina, que tiene lugar en Memoria Galería y

que será visitable hasta el 11 de mayo de este mismo año. La exhibición está formada

por una única instalación, en la que el suelo del espacio museístico ha sido intervenido

dando lugar a una oquedad de 70 cm de profundidad bajo tierra donde una figura

hiperrealista de Federico García Lorca descansa (Fig.1).


Figura 1. Minguito, A. (2024). Eugenio Merino al lado de su obra Ruina. Memoria Galería, Madrid, España.


La temática lorquiana no es un tópico nuevo en el repertorio del artista, ya que un año antes realizó para la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid ARCO Monumento al cuerpo desaparecido (2023). A diferencia de Ruina, Merino en esta ocasión recreó únicamente la cara del poeta, a manera de careta, de forma que el público con su cuerpo pudiera completar el monumento (Fig.2). De hecho, no tenía pensado crear el cuerpo de Lorca hasta que los restos reales apareciesen. Sin embargo, vemos que en Ruina ha habido un cambio de planteamiento: tan sólo bajo tierra, como el resto de víctimas republicanas, se puede representar el cuerpo del poeta.



Figura 2. Monumento al cuerpo desaparecido (2023) – Eugenio Merino. ADN Galería (ARCO), Madrid, España.


Es curioso el hecho de que el poeta granadino actualmente sea una de las figuras más consumidas por la sociedad de masas, pero se encuentra totalmente despolitizado, como si la vida y la propia muerte de Lorca no hubiese sido en sí conflictiva: no hay que olvidar que, al fin y al cabo, lo mataron por ‘rojo y maricón’; aunque es de esperar que esa parte de su vida no interese remarcarla, para poder así vender una figura mucho más "amable" y aceptada por todo tipo de público.


Además, si nos fijamos en la cantidad de monumentos dedicados al poeta, de alguna manera acaban facilitando que se nos olvide que su cuerpo real está desaparecido y que, por mucho que se utilice su imagen para propósitos propagandísticos, no parece haber ningún interés real en encontrarlo, igual que el del resto de víctimas olvidadas. El papel de las esculturas y monumentos en la vía pública es fundamental, ya que son construcciones que pueden pasar desapercibidas, pero que detrás esconden una ideología muy clara que actúa sin nuestro conocimiento. Tal y como dice Foucalt: ‘El poder es tolerable solo cuando enmascara una parte sustancial de sí mismo. Su éxito es proporcional a sus habilidades para esconder sus propios mecanismos’[1] (p. 105).


Siguiendo con la decisión de representar a Lorca bajo tierra, vemos como Merino utiliza la imagen del poeta como alegoría de las perdidas civiles en la Guerra Civil, en busca de problematizar todos los hechos pasados que remiten directamente a nuestro presente. No es casualidad que el espacio expositivo esté en el barrio de Carabanchel, lugar donde se ubicaba la antigua cárcel franquista y que, tras intentos de resignificar el espacio a los valores actuales, fue demolida, llevándose con ella todo ese olvido histórico, y dejando únicamente restos y ruinas, apelando directamente tanto al nombre de la galería como al de la propia obra.


El periodo de Transición en España está lleno de hechos como este, de ‘borrones y cuentas nuevas’ que prometían asegurar un nuevo comienzo democrático, pero que lo único que hicieron fue dejar heridas sin cerrar, cicatrices que cada tanto tiempo vuelven a abrirse, provocando con cada apertura más daño que la anterior. Merino con su obra nos interpela de manera directa como público, invitándonos a completar la obra transitando por la ‘aparente tumba del poeta’, pisando literalmente el pasado que acarreamos y sobre el que hemos construido nuestro presente. A su vez, nos hace cuestionarnos cuál es nuestro papel en todo esto, que hay bajo nuestros pies, esos cimientos que han creado nuestra sociedad actual; pero también lo que hay bajo tierra de manera literal, todas esas víctimas republicanas que siguen en trincheras en busca de un entierro digno.


Asimismo, cuando estás presente en la galería frente a la obra, si te fijas en los detalles del display, al fondo derecho de la nave se encuentra la pala con la que nos imaginamos que habría sido hecha la cavidad. Puede parecer algo fortuito, de hecho, yo tuve que ir dos veces a la exposición para darme cuenta de ello, pero creo que la pala en sí es un acto político, una pregunta que nos hace al espectador (Fig.3): ¿Vamos a usar esa pala para desenterrar a Lorca, a todos esos cuerpos que siguen perdidos? ¿O, precisamente, vamos a utilizarla para seguir enterrando aún más nuestro pasado, recurriendo de nuevo a esa ‘crisis de la memoria histórica’?


Figura 3. Detalle de la pala situada en la exposición Ruina. Memoria Galería, Madrid, España.


Para terminar con el análisis de la exhibición, no se podría hacer de otra manera que recurriendo de nuevo a la obra de nuestro protagonista: Lorca. Se ha empezado con un poema suyo, muy vinculado casualmente con el tema principal del trabajo de Merino —la muerte del poeta—, y se va a terminar con otra posible ‘casualidad’, uno de los símbolos más importantes en la poesía del granadino: la luna. El espacio de Memoria Galería está únicamente iluminado de manera natural por un óculo situado en lo alto de uno de los muros de la nave. Al estar cubierta por un cristal, la obra de Merino refleja en ella esa entrada de luz que, casualmente, tiene forma de luna (Fig.4).


Figura 4. Detalle del reflejo de la luz en Ruina de Eugenio Merino. Memoria Galería, Madrid, España.


La luna es mencionada un total de 218 veces en la poesía de Lorca, en obras tan conocidas como Libro de poemas (1921) o Romancero gitano (1928). Su simbología no es del todo clara, pero los expertos, entre otras posibles teorías, confirman su uso como metáfora de la muerte. Por lo tanto, el hecho de que esa ‘luna artificial’ se refleje en el cuerpo inerte de Lorca, creo que de manera fortuita le da aún más poder tanto a la obra del poeta, como a la interpretación de Merino.


La luna y la muerte (1919) - Libro de Poemas (1921)


La luna tiene dientes de marfil.

¡Qué vieja y triste asoma!

Están los cauces secos,

los campos sin verdores

y los árboles mustios

sin nidos y sin hojas.

Doña Muerte, arrugada,

pasea por sauzales

con su absurdo cortejo

de ilusiones remotas.

Va vendiendo colores

de cera y de tormenta

como un hada de cuento

mala y enredadora.


La luna le ha comprado

pinturas a la Muerte.

En esta noche turbia

¡está la luna loca!


Yo mientras tanto pongo

en mi pecho sombrío

una feria sin músicas

con las tiendas de sombra.




[1] Foucalt, M. (1989). Historia de la sexualidad: Vol 1. La voluntad de saber. Recuperado de: https://seminariolecturasfeministas.files.wordpress.com/2012/01/foucault_michel-historia_de_la_sexualidad_i_la_voluntad_de_saber.pdf .

 

 

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