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Foto del escritorGerard Zamora Jiménez

MI PRIMERA VEZ EN MI NUEVA CASA

Sé que el título puede incitar a pensar muchas cosas, e incluso podríamos considerarlo un poco de clickbait, es cierto; pero no, no os asustéis: vengo a hablaros de mi primer encuentro con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía —Ohhh (sonidos de decepción).

Y sí, puede considerarse penoso que, teniendo ya 22 años, siendo licenciado en Historia del Arte y habiendo visitado dos veces Madriz —ya me estoy acostumbrando a la jerga— no haya visitado el museo de arte contemporáneo por excelencia de la capital. Pero vaya, cosas de la vida.

Antes de nada, quiero decir que las comparaciones son odiosas siempre, pero tengo claro que no podré evitar contrastar este museo con el de mi ciudad natal, el MACBA. Y ahora sí, sin más dilación, ahí va mi primera vez en mi nueva casa:

Lo primero que me encuentro al mirar hacia delante es la gran fachada neoclásica, escoltada por dos ascensores transparentes ubicados uno a cada lado de la entrada, de momento lo más contemporáneo que se puede observar del museo. Y sí, en eso, la verdad es que el edificio de Meier (el MACBA) es mucho más contemporáneo, a pesar de sus deficiencias utilitarias. Pero es diferente si entramos al Reina Sofía por la parte posterior, ya que la construcción minimalista del edificio Nouvel, la cual se acopla a la estructura neoclásica del edificio Sabatini, sí que muestra este aire contemporáneo que uno espera al visitar la colección de su interior. Cabe decir que, al igual que el edificio de Meier, el edificio Nouvel presenta similares deficiencias utilitarias —creedme, hacer clase en una de esas salas y escuchar constantemente las ambulancias no es plato de buen gusto—. ¿Será que no hay arquitectura contemporánea utilitaria? Eso os lo dejo a vosotros.



Vista de la entrada posterior del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. ©: Viana Arquitectura, Pinterest.


También me fijo en la plaza que preside al museo, y me sorprende ver una muchedumbre de niños jugando, gente tomando algo en las terrazas o largas colas de turistas para entrar en el horario gratuito. Tan acostumbrado que estaba yo a los skaters que se encuentran en los alrededores del MACBA y que seguramente no hayan entrado nunca al museo… Y aún así me invade un aire melancólico: echo de menos el ruido de las tablas deslizándose por el mármol; sus conversaciones, en su mayoría, en inglés; y esa combinación de olores de las litronas de cerveza y el hedor de los petardos —el más espabilado ya me habrá entendido.

A pesar de esta aparente fachada neoclásica —ahí el juego de palabras—, en el interior se produce un eclecticismo entre un estilo más clásico, propio de los palacios neoclásicos, y la típica arquitectura minimalista contemporánea del White Cube. Esa esencia del edificio original no se pierde, y consigue acoplarse perfectamente a los grandes White cubes que componen las salas.



Vista de una de las salas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.


El edificio se desarrolla alrededor de un patio interior, en el cual podemos observar el mismo eclecticismo: escultura neoclásica y contemporánea se combinan en un ambiente de lo más palacial y natural gracias a sus bien conservados jardines, lo cual le da un toque natural a la “gran construcción del ser humano”.



Vista del patio interior del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. ©: Audley.


No me enrollaré comentando la colección, ya que en sus tres plantas dedicadas a ésta se encuentran innumerables obras que harían correr ríos y ríos de tinta. Simplemente diré que cuenta con la representación de todos los artistas nacional del s. XX que te puedas imaginar. En ese sentido, es muy completa. Y su disposición crea un recorrido cronológico por la historia del arte y la sociedad española que es bastante fácil de seguir para el espectador. Destaca sobre todo el gran énfasis que muestran hacia la concienciación histórica en el periodo de la Guerra Civil y cómo el arte interactúa con esa situación social, siendo capaz de crear una empatía y un relato histórico a través del arte. La única pega que podría poner al recorrido es que, en algunas plantas, tras realizar la visita de todas las salas, debes volver atrás y recorrerlas de nuevo para salir. Algunos podrían decir que así lo disfrutas dos veces; tal vez sea yo demasiado quisquilloso.



Campo de concentración de Argelès-sur-Mer, Antonio Rodríguez Luna, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. ©: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.


En este sentido, es verdad que el MACBA no es capaz de crear este recorrido histórico del arte catalán desde la Guerra Civil hasta el presente, en principio una de sus misiones iniciales; aunque es verdad que, como ya comentaremos en un número dedicado a este museo, la nueva disposición planteada por la nueva dirección de Elvira Dyangani, en Preludi: intenció poètica, sí que es capaz de mostrar la realidad del contexto catalán y nacional contemporáneo en un planteamiento muy original, menos mediado, pero en esencia más rico, a mi parecer.

Obviamente sí, he visto toda la colección que estaba disponible ante mis ojos; pero no, no la he acabado de asimilar. Como en todas las primeras veces, hay demasiadas cosas que uno quiere hacer, pero acaba por no hacer ninguna del todo bien. Aun así, me quedo con un buen sabor de boca después de este primer encuentro con la que será, durante un intenso año, mi nueva casa.


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